En algún lugar del exterior sonó la alarma de un coche. Silvia se asomó a la ventana a la misma vez que su vecina de enfrente. La observó mientras rodaba la cortina de la cocina y dejaba ver su cabeza. Se quedó un rato mirando a los lados, al ver que no había nada que llamara su atención, volvió adentro.
Pero al poco rato, se escuchó de nuevo la alarma, ésta vez fueron las vecinas más cercanas, las que asomaron casi medio cuerpo. Silvia abrió con precaución la puerta de su casa y salió afuera. El silencio lo envolvía todo, pero ella sabía que alguien se movía por el jardín.
Se mantuvo un rato en el exterior mientras esperaba que sonara de nuevo la alarma. Pero sólo percibió una sensación demasiado tranquilizadora.
Entonces cometió el error de decidir irse a dormir, pensó que un gato u otro animal se había acercado demasiado a un coche.
Cuando cerca de la tres de la madrugada volvió a oír el mismo ruido, ya no le pareció normal. Mientras cogía su móvil desde la cama para llamar a la policía, nerviosa y alterada, escuchó el sonido de una ventana rota. Al principio no le pareció que fuera en su casa, pero al oírlo por segunda vez, lo oyó tan cercano que no le cupo la menor duda de que era dentro de la vivienda.
Entonces cometió el error de decidir irse a dormir, pensó que un gato u otro animal se había acercado demasiado a un coche.
Cuando cerca de la tres de la madrugada volvió a oír el mismo ruido, ya no le pareció normal. Mientras cogía su móvil desde la cama para llamar a la policía, nerviosa y alterada, escuchó el sonido de una ventana rota. Al principio no le pareció que fuera en su casa, pero al oírlo por segunda vez, lo oyó tan cercano que no le cupo la menor duda de que era dentro de la vivienda.
Comunicó al agente que le tomó los datos, la dirección y número de su casa, después no supo que hacer, pues no tenía armas ni siquiera algo con lo que defenderse.
Con prisas acudió a la cocina y se hizo con un enorme cuchillo y un rodillo de amasar, pensó que para empezar sería suficiente. Bajó al piso inferior dando gritos de "!ya he llamado a la policía!". Nada. El más absoluto de los silencios.
Entonces escuchó la voz de su hijo, se encontraba tumbado en el suelo del salón... la borrachera le impedía hablar de manera clara.
Con prisas acudió a la cocina y se hizo con un enorme cuchillo y un rodillo de amasar, pensó que para empezar sería suficiente. Bajó al piso inferior dando gritos de "!ya he llamado a la policía!". Nada. El más absoluto de los silencios.
Entonces escuchó la voz de su hijo, se encontraba tumbado en el suelo del salón... la borrachera le impedía hablar de manera clara.
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