viernes, 18 de noviembre de 2011

Un nombre diferente.

                                                 Pequeño y hundido en el sillón de plástico del coche, asemejaba casi un juguete de esos que se venden en Navidades. No volvió la vista atrás cuando subí, me preguntó la dirección adonde me dirigía y nos pusimos en marcha.            
                            Vestía una camisa de pana amarilla clara, parecía un hombre de campo, de piel oscura y rostro dolorido por algo. Esa fue la impresión que saqué al mirar al taxista, desde luego ligera y superficial, como suele suceder muchas veces con el primer efecto que  alguien nos causa.
                              Era mitad de la mañana de un día fresco de inicio de un invierno y abrí un poco la ventanilla de mi lado pues el agobio de la cerrazón del coche hacía que mi carácter de por sí gruñón y exigente se volviera aún más. Pero lo manejaba bien, y cuando me daba cuenta de que mis dos no-virtudes pugnaban por despertar, un poco de aire frío las hacía volver al sueño de los justos, todo eso acompañado de las respiraciones adecuadas.
                                 Unos minutos después era la misma de siempre, y me sentí capacitada para entablar conversación con el hombre que iba en primera fila y del que ignoraba todo de su vida, salvo que tenía una camisa de pana amarilla. Así que para empezar una conversación cualquier pregunta  era buena, de todos es sabido que los taxistas es el gremio que más habla y mejores conversadores son, lógico por otra parte, pues trabajan en solitario y no todos los clientes se les apetece hablar con un chófer. Hay gente que cree que todas las personas no son seres humanos. ! Increíble !.
                                       Bien, después de ésta perorata, le pregunté al taxista el día en que estábamos y como era día dieciséis pues eso me contestó, hizo una leve pausa y a continuación el taxista silencioso comentó que hoy era también el cumpleaños de su hija pequeña. 
                                        Ahí vi el motivo perfecto para tirar del hilo y como madre que soy, la pregunta de cuantos cumple era la indicada. 
                                        - Dos años, y fíjese usted, que mis chicos mayores tienen veintidós y veintitrés, y luego buscamos ésta niña porque no fue un susto sino que la buscamos. 
                                                    Y dijo todo eso sin respirar, con una rapidez que acabó extenuado. Pero no había terminado porque prosiguió...
                                  ...Así le pusimos el nombre que le pusimos... Bastante luché con el juez para que me dejara ponérselo. 
                                       ¿ Y que nombre fue ? 
                                        - Le pusimos de nombre... Alegría. 

                       
                           Me enseñó el rostro sonriente de la niña en su móvil, una preciosidad de criatura. Compartí con él un momento corto de su vida pero intenso.
                                 Al bajar del taxi le di dinero y le dije que le comprara un regalo de cumpleaños a Alegría, me prometió que así lo haría.









1 comentario:

  1. que bonito..... Makita... esta historia le da muxas esperanzas a mamas .....

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Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.