domingo, 24 de julio de 2011

Pasó en el siglo XIII.

                      Terminé de subir la escarpada cuesta y me detuve a respirar un rato, hacía tiempo, no recuerdo cuanto, que no venía, noté como me pesaban los kilos y los años. Me arremangué un poco la falda mientras miraba atrás, por tan conocido no dejó de sobrecogerme el paisaje, el atardecer matizaba las enormes montañas de tonos violáceos, dando al lugar apariencia de hechizado. Ya se veía la cabaña de la mujer que había venido a buscar, un perro llegó ladrando hasta mí, anunciando mi presencia. Juana estaba asomada a la puerta.
                         La recordaba más alta, quizá algo más gorda, la mujer que ahora tenía enfrente, se notaba enclenque y mal alimentada. No comes bien, le afirmé mientras entraba sin pedir permiso. En cambio, tu comes demasiado, fue su respuesta. Miré en derredor mientras buscaba algo en que sentarme, me acercó un viejo taburete. Busqué su mirada y sin más preámbulo se lo dije: ha llegado. Sabiendo de quien hablaba, me preguntó, como lo sabes. Lo sé, te debería bastar.
                           Mientras mascullaba un "me basta", se dirigió  a la puerta del fondo del cuartucho. La abrió con gran sigilo, sonaron los goznes oxidados, dormía en un camastro en donde nos encontrábamos, mesa y sillas sucias y viejas componían el mobiliario, pero en el otro cuarto era diferente. Estanterías de varios tamaños, algunas llegaban hasta el techo, llenas de libros de piel antigua, algunos se caían de tan envejecidos. En una mesa por el mismo estilo, retortas, jarabes, pócimas de todo tipo, más allá hierbajos secos para hacer sus mejunjes y potingues.
                             Buscó un libro grande, forrado de  grueso cuero verde, lo releyó varias veces antes de decidirse. Este es. Encendimos velas, y pasamos la noche allí. Por la mañana temprano, conseguido lo que queríamos,envolvimos en un pañuelo el pequeño bote de cristal y partimos al castillo. Nos quedaban dos días de viaje, había que darse prisa, el niño había nacido hacía tres.
                          

                     Habían puesto un mesa mugrienta y larga en medio del patio, a donde acudirían las gentes de los alrededores a festejar el nacimiento. No se iba a escatimar nada pues hacía ya muchos años que la señora intentaba quedarse embarazada sin conseguirlo y el señor se sentía feliz y alborozado. 
                      En las habitaciones, el ama de cría estaba preocupada, llamó a la criada que atendía al niño, le comentó sus dudas, hace tres días que nació y aún no ha abierto los ojos, no es normal. Ésta miró al bebé que dormía placidamente en su cunita de madera. No debéis preocuparos, señora, come y duerme bien, tiene buen peso, ya los abrirá. La nodriza bajó la voz para continuar hablando, si, pero como ya sabéis, los rumores corren y se dice que su madre tuvo trato con brujas en un pasado, no se si le habrán hecho algo malo al niño. La muchacha río abiertamente, bah, dijo, eso sólo son fábulas, no hagáis caso y disfrutad del día y de la fiesta. Y con la misma, se marchó. La mujer se dijo que la doncella iba a tener razón, que ella pensaba demasiado y se dedicó a sus quehaceres olvidando la conversación.
                      
                            
                      Los festejos empezaron al día siguiente temprano y durarían tres días. Banderolas y estandartes con los colores del castillo llenaban de vida los grises muros. Carretas engalanadas y coches de caballos llegaron a lo largo del día, algunos venían en hermosos caballos, otros, los más pobres, llegaban a pie. A la hora de la comida una ingente multitud formaba filas para poder ver al heredero. El señor del castillo, exultante, bajó ante la multitud, su mujer no lo haría pues aún permanecía postrada. Cogió el niño de brazos de la nodriza y empezó a enseñarlo a sus súbditos. 
                          Las dos mujeres esperaban en la cola que les tocara su turno, recuerda, dijo Juana, te mojas la mano en el líquido y le haces la señal en la frente, sólo eso, ya lo sé, respondió la otra, molesta por la cantidad de veces que se lo había recordado. No estará ella, verdad, preguntó una vez más, ya te he dicho que no, aún está en la cama. Es lo más probable que herede lo de la madre, si es así, nosotras desapareceremos en breve, hay que eliminarlo como sea. Sin hacerle caso, la otra mujer siguió caminando hacia adelante, ya faltaba poco para llegar. 
                            Al padre del niño no le preocupaba que tuviera los ojitos cerrados, es un recién nacido, y así se lo dijo a la nodriza cuando ésta se lo comentó aquella mañana, como no quería aguarle la fiesta, se retiró a sus aposentos sin decir nada más, pero seguía pensando que no era lógico. Cuando su madre se recuperara del parto, se lo haría saber.  
                                 
            Le tocaba el turno de ver al niño a las dos mujeres, una nerviosa y alterada, la otra, conservando la calma, ya tenía la mano empapada en el brebaje, se acercó al niño, le hizo la terrible señal en la frente y entonces....el niño, abrió unos enormes ojos verdes, como los de su madre, que hizo que las mujeres, impactadas, dieran un paso atrás, y emitiendo un espantoso y aterrador grito, miró fijamente a las dos brujas, mientras éstas, caían fulminadas al suelo.

                                 

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