lunes, 18 de julio de 2011

La ilusión.

                           Intentar a diario que la ilusión no se escapara de mi lado, me suponía un alto coste. Todas las mañanas me despertaba pensando en ella, de tanto tenerla en mi mente se había convertido en mi mejor amiga. Su acompañamiento las veinticuatro horas del día a veces me resultaba un tanto cargante, pero cuando huía de mi lado, la llamaba a gritos.
                          Lo que para unos suponía sentirse entusiasmado por un viaje, comprarse ropa o ir al gimnasio, mi listón de ilusiones era mucho más bajo. Si me despertaba con poco dolor, estaba alegre, ese día, me sentía feliz al poder utilizar el ordenador y que las manos no fallaran o hacer mis estiramientos sin que las rodillas se quejaran. Ver un programa en la tele o leer un libro, era una ilusión, a veces me ilusionaba comerme un paquete de roscas por la tarde. 
                                Se acabaron para mi hace tiempo la ilusión de ir a caminar a la avenida marítima o irme a comprar ropa y estar una hora de pie. 
                                Pero algo que nunca se ha acabado y me mantiene viva e ilusionada cada día, es escribir. Si las personas que me leen y luego me hacen comentarios, de una u otra forma, se convierten en amigos. Y quien siente que los amigos están ahí, es difícil perder la ilusión.
                     

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.