domingo, 10 de julio de 2011

Juntas en todo.


                                     Aparqué delante de la gasolinera y bajé del coche, estiré los brazos por encima de los hombros y moví un poco las piernas, llevaba conduciendo varias horas y estaba realmente agotada. Asomé la cabeza y miré a mi acompañante, Jaime, creo que se llamaba, dormía a pierna suelta, la cabeza ladeada y el pelo revuelto, me dije que era endiabladamente guapo. El traje de raso azul parecía una pasa, a aquellas horas de la mañana y después de toda una noche de juerga, no se le podía pedir más, lo alisé como pude y caminé a pedir gasolina. Los zapatos de tacones indescriptibles, gritaban, aguanté el tipo y un señor mal encarado me llenó el depósito. 
                          Media hora más tarde llegué a mi apartamento, antes, pasé a dejar a Jacobo, ese era su nombre, en su casa. Mi cama me esperaba con los brazos abiertos y cuando me despertó el teléfono de la mesilla, era casi mediodía. Mi amiga Nuria, me recordaba que habíamos quedado para la noche, le corté sin miramientos después de un lacónico vaaale.
                         Esa tarde, fui a ver a mi madre, lo hacía como mínimo una ó dos veces en semana, me gustaba volver a mi casa de toda la vida, pequeña y sin lujos, en donde recordaba de donde vine, también ella me hacía aterrizar sólo con una mirada. Cuando mi actual representante me vio una noche en una discoteca y se ofreció a lanzarme al estrellato, no estuvo muy desencaminado, si bien es cierto que yo lo había frenado bastante, hace dos años hice una portada de una revista sin mucho renombre y  tuve dos meses paparazzi en mi puerta. Me negué en rotundo a vivir de esa manera y así se lo di a entender.
                     Antes de aceptar un nuevo contrato, lo hablaba con mi madre, entre las dos decidíamos lo que era mejor para mi. Procuraba no hacer reportajes fotográficos, los típicos pases que nos dieran para vivir bien a las dos, bueno más bien a mi, porque ella, ahorraba casi todo el dinero. Así que ese día con un café frente a nosotras, hablábamos sin parar, irradiaba paz y positividad, nos enseñó desde pequeños a ser generosos unos con otros, era la máxima de su vida.
                           Cuando aquella tarde la miré a los ojos con tanta profundidad sin saber como decírselo, no hicieron falta palabras, ella lo averiguó en seguida. No pude llorar, intenté mostrarme entera, hasta que ella me abrazó y me dijo, me encantará tener un nieto, estamos juntas en esto.


                         

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