viernes, 29 de julio de 2011

El sol.

                    No supe como me encontré en ésta situación, ni como llegué hasta aquí, ni siquiera en que momento. Sólo sabía del intenso frío que me corroía por dentro y por fuera y la incomoda sensación de mi desnudez. Miré en derredor intentando encontrar otro ser humano, sólo la más absoluta de las soledades. Una densa oscuridad y el alboroto de las olas en la orilla fue lo único que atiné a ver.
              Me costaba controlar las vibraciones del cuerpo, que parecían enmarcar el siniestro momento. La arena, helada y dura, hablaba de la marea alta de la madrugada, ahora el mar, se había retirado con cautela. 
                      Caminé hasta el cansancio, cuando ya, extenuada sentí que me desmayaba, pude entrever en la distancia, la hermosa, indestructible y  amenazadora bola amarilla que empezaba a surgir de la nada.
                     Entonces, casi sin quererlo...me desperté.

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