martes, 7 de junio de 2011

El acosador acosado.


                             Permanecí ante su casa durante un buen rato. Me gustaba la forma en que había pintado la antigua casa familiar, daba una sensación de limpieza y frescor. Pero lo que yo quería, era a su dueña, la que por mucho tiempo fue la que más amé y la que más me quiso. Ahora, las cosas habían cambiado, ella no era la misma, ya no sentía aquel amor apasionado de hace años por mí. Me pregunté que es lo que quería conseguir con esta vigilancia  absurda, pues María no sabía lo que estaba haciendo y si lo supiera, acudiría rauda a la policía.
                     Pero me podía el amor, a veces pensaba que era una especie de obsesión lo que me hacía actuar de esta forma. Algo patológico, impresentable y frustrante. A pesar de tantos pensamientos que actuaban en mi contra, seguía haciendo lo mismo. Día a día me presentaba ante su casa y observaba los mínimos movimientos. Nadie que no fuera el panadero o el chico de la compra, se presentaban ante su puerta, pero ahí estaba yo, esperando a una persona desconocida y que ella sintiera lo mismo que antaño, sentía por mí. No me entendía a mi mismo.

                    Después de varias semanas, creo que me aburrí de una vigilancia sin sentido, me dediqué a mi trabajo con más ímpetu que antes. Sin darme cuenta, empecé a olvidarla. Nos seguíamos viendo con cierta frecuencia, una ó dos veces al mes, yo la llamaba y dábamos juntos un paseo, a veces íbamos al cine y en una ocasión, al teatro. Pero mis llamadas eran cada vez más distanciadas, y ella, empezó a darse cuenta.
                       Entonces se cambiaron las tornas, la que me acosaba con su presencia era María, al principio no entendía el porqué, después simplemente, me molestaba. Sí, me molestaba su continua presencia a la salida del trabajo o que me esperara fuera de casa sin avisarme. Aveces tenía llamadas intempestivas, de madrugada sonaba el teléfono y nadie contestaba, sólo una respiración ansiosa se oía al otro lado. Me empecé a preocupar en serio, cuando una tarde llegué a casa y mi perro estaba atado con una nota que decía, " ¿ a que no te gusta sentirte acosado ?". Pero no podía ser María, pues ese día tenía guardia en el hospital.
                      Una persona desconocida había interrumpido en mi vida, haciendo que ésta se convirtiera en una angustia permanente, sentí el horror y el miedo del acoso extraño, la historia se había vuelto en contra mía.

                         


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.