Cuando empecé la andadura, me pareció tan largo el camino que por un momento pensé que me había equivocado de dirección, miré atrás varias veces intentando encontrar algún referente, no vi nada. La escalera de siempre, los mismos peldaños, la misma subida, a mitad del trayecto empecé a sentir la ansiedad, en el segundo tramo del acceso que llevaba a no se que sitio, el dolor del alma me hizo detener y un poco más lejos, una soledad incipiente hizo que tuviera que parar.
Es lo que nos suele suceder en muchas ocasiones, casi sin darnos cuenta, pero seguimos sin darnos cuenta de los sentimientos que llevamos dentro, de esas emociones que se apoderan de nosotros haciéndonos más vulnerables ante la propia vida. Soluciones no hay, cada cual tiene que encontrar la suya, hacer que su camino sea un poco más accesible y transitable.
Yo, aun no he encontrado la solución, cuando lo consiga, tenga por seguro que desde estas líneas le diré cual es.
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