El trayecto hacia la antigua casa, no era demasiado largo, parecía como un paseo de lo más cómodo. Cierto es que en estos días, no había demasiado tráfico por el sendero, no era como lo recordaba de niña, con multitud de gentes arriba y abajo. Seguían los mismos árboles enormes y enérgicos, nos gustaba a todos, dar vueltas una y otra vez, por ese sendero que parecía llevar en su interior secretos inconfesables.
Pero no siempre fue así, cuando mi madre y yo paseábamos por las mañanas tempranas para ir a recoger las verduras frescas de las huertas cercanas, aquel sendero, era tan simple y sencillo como cualquier otro, no se le notaba ningún tipo de rarezas ni cosas extrañas. Con el paso de los años, eso fue cambiando, aquel paseo otrora, simple y sencillo, se volvió de un carácter de lo más raro, en la memoria de los habitantes del lugar, no recordaban aquel lugar de esa manera.
Entonces fue cuando mi abuela comenzó con sus recuerdos, entre ellos, el de la chica aquella tan joven que había perdido la vida en ese mismo sendero. Ni mi madre se acordaba, pues era pequeña cuando el suceso, pero si fue cierto, que en un día de una primavera, la más pequeña de una familia conocida en el pueblo, caminando sola por el sitio, tuvo un encuentro indeseado, la muerte fue su compañera en ese momento, nadie quiso aceptar la situación, pero fue así.
A partir de ese día, el sendero aquel de los árboles altos y con poderosos y vivos colores, se convirtió en una especie de tumba para la gente del pueblo.
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