jueves, 24 de febrero de 2011

MI FALTA DE MEMORIA.

Me senté tranquilamente ante el ordenador, con las ideas casi claras y al empezar a darle a las teclas, me di cuenta de que había olvidado lo que tenía en mente. Dios, me dije, los años no perdonan. Durante un buen rato, con las manos en la barbilla, como siempre suelo hacer, intenté recordar lo que me había llevado hasta la mesa, pero nada, no hubo forma, por más vueltas que le dí, no pude acordarme de lo hacía poco menos de cinco minutos, tenía claro en mi cabeza.
                            Mierda, mascullé, como nadie me oía, podía decir todas las palabrotas que me vinieran a la mente. Pero en verdad me daba rabia saber que había pensado algo y que dos segundos después ya no sabía lo que era. Lo que no pensaba hacer, por muy enfadada que estuviera, es lo que se suele ver en las películas americanas, cogen lo que tienen a mano y lo tiran o lo rompen, ¿ y quien lo recoge después, espabilados ?. No, no, a mi no se me ocurriría jamás hacer algo así. Soy vaga por naturaleza, mientras menos se trabaje, mejor.
                                   Pues de alguna u otra manera, he escrito algo mientras le cuento a usted mi terrible problema de falta de memoria, a lo mejor, o a lo peor, usted, también, lo comparte conmigo.

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