viernes, 4 de febrero de 2011

MI AMOR POR EL PUEBLO.

                 Los raíles del tren, paseaban formando una línea interminable y a su lado, caminantes sin nada mejor que hacer, mirábamos como pasaba el mastodonte una y otra vez. El paisaje era tan yermo y seco, que se notaba que no conocía hacía años el sabor del agua, lo que hacía que los vecinos jóvenes hubieran salido casi huyendo del pueblo a la ciudad, en busca de lo que ellos llamaban un futuro.
                        Pero unos cuantos, entre ellos, yo, nos habíamos quedado por amor al lugar. Lo que podíamos hacer en un sitio como aquel, era irnos a estudiar fuera y después, volver. Yo lo hice, estudié medicina y volví, como médico de pueblo. Llevaba ya casi tres años y me sentía contenta con el trabajo que desempeñaba. Me gustaba la vida que llevaba, el paisaje, el clima, la sequedad del ambiente, todo era para mi familiar y agradable.
                            Quería vivir esa vida durante tiempo, sólo sabía que para mí, todo lo que en este momento supusiera algo vivo y poderoso, como lo era el poder vivir en donde realmente me satisfacía,  me causaba un intenso amor por el lugar.   

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