lunes, 10 de enero de 2011

MI ENFERMEDAD.

                  Cuando llegó a casa aquella carta en la que se decía que en menos de quince días me desahuciaban de mi casa, supe que el irme de la ciudad, era lo mejor que me podía pasar, lo llevaba pensando mucho tiempo, pero ahora, estaba claro que ya no tenía otra opción. La casa era de mis padres, no tenía mucho valor sino el sentimental y a mí no me ataba nada en el lugar, pues carecía de familia cercana y ni siquiera tenía muchos amigos.
                          Dos meses más tarde, estaba instalada en una nueva ciudad, con nuevos vecinos y un trabajo mejor. La verdad es que tuve suerte. Una mañana, yendo hacia mi nuevo trabajo, me desmayé en la calle, así, de sopetón, me caí y me llevaron al hospital mas cercano. En urgencias, decidieron dejarme ingresada unos días para hacerme las pruebas de rigor. Y tres días después, el diagnóstico. Una grave enfermedad me aquejaba, tendría que estar hospitalizada mucho tiempo más.
                        Y empezó toda una parafernalia de pruebas de todo tipo, analíticas, catéteres, radiografías y escáneres, medicación intravenosa, en fin, todo lo necesario para eliminar a los "bichos"causantes de mi mal.
                           Pero como yo era una persona muy positiva, tuve la suerte de conocer a una serie de gente a la que les estaré siempre agradecida, por su buen trato y profesionalidad. Generalmente, los servicios de oncología, suelen tener personal muy preparado, de manera que los pacientes se sienten de lo mas apoyados mientras están en ellos. Y una vez que les dan el alta y pasan a lo que le llaman el Hospital de Día, ó sea como su nombre indica, reciben tratamiento sólo durante el día, pues, lo mismo.
                         Ahora que ya soy una paciente externa y sólo voy a las revisiones, doy gracias de que existan todas estas personas.

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