miércoles, 22 de mayo de 2013

La mujer que engañaba.

                        Mentir era una de las principales aficiones de Marga, lo hacía sin motivo y en cualquier momento, creaba un personaje y una historia y llegué a pensar que ella misma se consideraba parte de los relatos inventados. Tanto podía ser narraciones sobre una vida de tristeza y desamparo, como la pertenencia a una familia de aristrócatas, sin pudor hablaba de castillos y propiedades acumuladas por unos ancestros inexistentes.  
            Así era Marga, inventando sucesos que los desconocidos creían y los más allegados escuchábamos con asombro. Estaba claro que no podía tener relaciones personales con nadie pues  averiguar su auténtica vida sería fácil. Pero nosotros, y me refiero a sus amigos de la infancia, sabíamos que ella era así. Conocí a Marga en el colegio del pueblo donde ambas vivíamos, cuando pequeña era como todas las demás niñas, pero fue cuando accedimos al instituto que empezó el cambio. Deduje con el tiempo que algo pasó en aquel entonces para que ella cambiara de forma tan drástica.
                          Y así fue, su madre murió y se quedó sola con su padre, imagino que la vida de soledad y angustia la hizo empezar con esas fantasías.
                          Pero Marga encontró, por fin, alguien con quien compartir su particular forma de vida, su nombre era Jaime y su parecido con ella era impresionante, llevaba  a cuestas un pasado también lleno de dificultades y de alguna manera pudo comprender esa forma de ser.
                         Él no actuaba de la misma forma, pero la entendía, se solazaba con sus engañosas historias y de alguna manera, a los dos les servía de esparcimiento y recreo el vivir esa comunicación entre ambos.
             


















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