domingo, 7 de agosto de 2011

Una libreta y un boli.

                           Una mañana del mes de Marzo, bajando la escalera de la biblioteca y de la manera más absurda, me tropecé. Caí en medio de la escalinata, veinte brazos estuvieron prontos a recogerme y enderezar mi cuerpo que, en el suelo, había adoptado un extraña postura. Un hueso del pie roto, fue lo que saqué en claro, cuando el médico terminó de hablar. Con gran cuidado, me colocó un yeso y me mandó a mi casa. En tres semanas me haría una radiografía para ver si el hueso había pegado bien. Si era así, me lo quitaban y si no, me lo dejarían un tiempo más.
                              Auténtico pánico fue lo que sentí al llegar a casa. Tres semanas sin salir a la calle, sin ver el mundo, se me antojó una barbaridad. Yo, que era tan callejera, no sabía como lo iba a soportar. En casa, se volcaron conmigo, todo el que llegaba a verme, traía de regalo lo que más le distraía, cintas de vídeo, música, sudokus, parchís...De todo pasó y nada me entretenía lo más mínimo.
                                Mi desesperación era cada día más intransigente, a la semana, me molestaban hasta las visitas. Cuando llegó Mónica, traía el regalo del siglo, una libreta y un bolígrafo. Quiero que escribas, lo que se te ocurra, da igual el momento, sólo dedícate a plasmar sensaciones. Si no se te ocurre nada, lo inventas.
                                  La consabida libreta y el boli. me ayudaron a no aburrirme los días de reposo. Mi pequeño percance pasó a segundo plano, lo que realmente me parecía divertido ahora, era pasar el tiempo inventando historias.
                               
                          



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.