domingo, 14 de agosto de 2011

Nudismo.


                                  Era bien cierto que el panorama no se presentaba muy halagüeño, de lo que nos prometieron en la agencia de viajes y por lo que todos pagamos una buena suma de dinero, nada era lo que dijeron. Y allí estábamos, un grupo de gente desconocidos, en un lugar del mundo apartado y donde el único hotel que había estaba ocupado. Las protestas no sirvieron para nada allí las cosas no funcionaban como en nuestro país.
                              Entonces alguien sugirió buscar la forma de que con menos comodidades, pero que podía resultar efectiva: acampar. Al principio me negué en rotundo, no iba a a pasar mis vacaciones durmiendo en un suelo de piedras. Pero Jaime, el que llevaba la voz cantante, nos convenció. Había  estado  varias veces en el país, se conocía bien la zona y los que decidimos quedarnos nos pusimos en sus manos. Después de casi cinco horas en un pequeño autobús bastante estropeado, mareados con tantas curvas y con el estrépito que formaban los aldeanos, llegamos al lugar.
                              Llegamos de noche, a cada uno le tocó una cabaña de madera que para mi sorpresa tenía todos los lujos imaginables. Me di una ducha y me acosté. Me desperté casi al mediodía, descansada y feliz, decidí investigar un poco la zona. La tarde anterior, sólo alcancé a ver una hermosa playa de arena blanca, me puse el bikini y salí a buscarla.
                                Con poner el pie en el porche de la cabaña, ya me di cuenta de que algo extraño pasaba. Las camareras que empujaban un carrito de ropa, estaban...desnudas.
                                Toqué en la casita de al lado, me abrió Jaime, nada más ver mi cara me hizo pasar, si, dijo es un sitio nudista, no creí que eso fuera un problema. Me escuchó o más bien aguantó con paciencia la perorata que le eché. El como no nos lo dijiste, surgió varias veces en mi discurso. No me cabía en la cabeza que sin antes advertirnos, nos metiera en tamaño problema.
                                   Cuando le argumenté que me marchaba, me miró con una sonrisa, el próximo autobús  llegaría en  de una semana. Estuve dos días encerrada en mi cabaña, varios de los huéspedes, vinieron a intentar rescatarme, todos desnudos, por supuesto, no se permitía la ropa.
                                Al tercer día, decidí bajar a la playa, desnuda. Me enrollé como pude la toalla alrededor del cuerpo y de alguna forma intenté disfrutar de la magnífica playa.
                                   Aprendí mucho en aquellos días. Disfruté al máximo de la sensación de bañarse desnuda, tomar el sol sin ropa me resultó increíble. Caminar sin la opresión que causa el estar vestido, era nuevo para mí. Amplié mi estancia a otra semana, el próximo año.... iré de nuevo.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.