miércoles, 15 de junio de 2011

Terrible error.

                               No, fue la primera palabra que escuché, cuando le dije lo que quería. Y también fue la misma que le dijo a mi abogado cuando quiso contactar con él. Lo que yo pretendía, era vender la casa y que me diera mi parte, pero su constante negación, me estaba hartando. Mi hermano era así, de ideas fijas, pero yo necesitaba el dinero, quería montar una pequeña empresa y sin la venta, no podría hacerlo.
                       Se lo conté a Miguel, era uno de mis mejores amigos y me comentó que si mi hermano falleciera, yo me quedaría con todo, puesto que no tenía herederos. Al principio, me pareció una reflexión atroz y así se lo dije, pero según fueron pasando los días y no daba su brazo a torcer, aquel pensamiento no me parecía tan descabellado. La siguiente vez que nos vimos, le pregunté si me ayudaría a llevar a cabo la siniestra proposición. Y a pesar de lo terrible que pueda parecer, mi amigo, me dijo que sí.
                        Lo arreglamos para una tarde del Sábado siguiente. Llamé a mi hermano y le dije que quería hablar con él sobre el tema de la casa. A la hora prevista, se presentó. Al poco, llegó Miguel, se hizo el encontradizo y lo convenció para que le acompañara a dar un paseo, mientras yo me duchaba. Me mantuve en el baño, temblando de miedo, cuando oí que la puerta se cerraba, salí.  e
                          Cinco minutos más tarde, llamó mi cuñada, su voz, era de buenas noticias, alegre, quería comentarme si ya había hablado con mi hermano y me dio la buena noticia, simplemente, él, cambió de opinión, había decidido....vender la casa.


                       


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