lunes, 20 de junio de 2011

La prostituta y el amor.


                           Miraba las copas de los árboles tumbada en el frescor del suelo cubierto de hojas secas y restos de hierbajos. El sol intentaba de alguna manera atravesar la frondosidad casi imposible de la arboleda, lo conseguía por pequeños trozos, consiguiendo instantes de una luminosidad de lo más potente.
                    Regresé a casa lo antes posible al darme cuenta de la hora, casi mediodía, había quedado con un amigo-cliente. Sí, trabajaba de prostituta de alto standing, no lo hacía a diario, sino cuando me veía apurada de dinero. Lo cierto es que como decía mi amiga Lilian, mientras más tienes, más gastas y eso me pasaba, ultimamente me veía forzada a trabajar practicamente todos los días,unos años atrás, con que lo hiciera una vez en semana tenía suficiente para vivir.
                      Una vez llegué, me vestí para la ocasión y lo esperé. Fue puntual, pero al abrir la puerta, no era él, sino un hombre desconocido, que me dijo que Jorge no podía venir y le regaló el día. Como no era la primera vez que me pasaba algo así, no me extrañó, lo hice pasar y le pregunté si quería salir o quedarse en casa, me dijo que fuéramos a tomar algo y después volviéramos. Almorzamos en un restaurante caro, el pagó, por supuesto, al llegar a casa hicimos el amor como una pareja normal.
                        Al día siguiente, me sorprendió una llamada de David, quería verme para cenar y charlar un rato, me dijo que sólo para eso, más sorprendida me quedé cuando le dije que si. No era lo habitual en mi quedar con los clientes, ni que ellos me llamaran sino para lo estrictamente profesional. Este hombre era diferente, pensé, ya me di cuenta en el almuerzo, pues hablamos de multitud de cosas y cuando me vine a dar cuenta me estaba mostrando tal cual era, auténtica, nada de hacer el paripé para ponerlos a ellos en situación, no, sería por eso que me lo pasé tan agradable, fue como estar con un amigo.
                         A la hora de la cena, me podía una extraña ansiedad rara en mi, intenté como pude dominar aquel sentimiento sin conseguirlo del todo y en cuanto oí el coche de David, salí a la calle. Fue una noche inolvidable. Realmente era un hombre para enamorarse, aparte de su innegable atractivo físico, era buen conversador y muy sociable. Tenía una fuerza personal que atraía a cualquiera, sereno y seguro de si mismo. !Ay ! me dije, si es el hombre perfecto, ¿ que es lo que hace fijándose en una prostituta ?. No lo entendía. Y así se lo pregunté.
                             Su respuesta, hizo que se me saltaran las lágrimas, es muy sencillo, me dijo, Minerva, tienes todas las virtudes para que un hombre se enamore de ti.


                       
                                                 

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