martes, 24 de mayo de 2011

Terror en el cementerio.


                      Me sugirió por la mañana lo de hacerle las fotos y quedamos a las doce de la noche en la puerta de su casa. No me extraño la hora, pues mi amiga Davinia era lo que le llaman "gótica", pertenecía a un grupo urbano que van vestidos de negro, con cruces y piercings, ella dice que yo no la entiendo, que todo es más amplio que la vestimenta. Lo que quiera que fuera, a la hora indicada, la recogí en mi coche, no me quiso decir a donde íbamos, pero me fue señalando el camino, quedaba a las afueras de la ciudad.
                        Cuando me vine a dar cuenta de que era un cementerio, ya era demasiado tarde y después de un rato de discusión, me convenció. Lo bordeaba un muro no demasiado alto, así que lo escalamos con facilidad y saltamos dentro. Y empezamos a caminar entre las tumbas a ras de tierra, ella buscando el lugar que le pareciese más indicado y siniestro. En el silencio de la noche nuestros pasos sonaban con fuerza, no me sentía a gusto y deseaba terminar pronto. En eso, Davinia encontró una tumba con una cruz sujetada por una niña, estaba hecha en un mármol de color rosa, que la luz de la luna le daba un aspecto aún más lúgubre si cabe.
                             Se colocó al lado de la cruz y yo preparé la cámara, y, entonces....lo oímos, un ruido repetitivo, una especie de tac-tac, que volvía una y otra vez, se oía extrañamente cercano a nosotras, nos quedamos quietas, mis ojos trabados en los suyos, con las miradas de auténtico terror reflejados en ambos. Ella reaccionó la primera al preguntarme que crees que es eso, yo, tartamudeé mientras le contesté no lo sé, vámonos. 
                          Siguió el sonido, pero al poco se le juntó una especie de balbuceo, algo ininteligible, un llanto infantil o algo parecido, como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, Davinia y yo, empezamos a correr sin saber exactamente hacia donde, nos dirigimos a las rejas que cerraban el cementerio y empezamos a pedir a gritos socorro, por supuesto, fue en vano, al rato, de nuevo el más absoluto de los silencios. Me temblaban las piernas de tal manera que no creía posible volver a dar un paso, pero había dejado mi cámara atrás, tenía que volver a recuperarla. 
                             Escucha, me dijo, intentemos averiguar de donde provienen los ruidos, vale?. De acuerdo, le dije, mientras me ponía en pie. Caminamos de mano, pegadas la una a la otra, en ese momento, el sonido había cesado, llegamos al punto en que estábamos antes, recuperé mi cámara y ella su mochila, el terror seguía pintado en nuestro rostro. Le hablé en silencio, nos vamos, Davinia?, espera, me dijo, parece que está todo tranquilo, pudo ser un gato o algo así. Según pronunció esas palabras, el ruido comenzó de nuevo, más estridente, si cabe, ahora daba la horrible sensación de una persona pidiendo socorro. Y de nuevo, ella y yo, corrimos como alma que lleva el diablo, sin darnos cuenta, esta vez, en sentido contrario, donde estaban las tumbas viejas y casi derruidas, algunas medio abiertas. 
                    En eso, mi hermana, que corría delante de mí, desapareció tragada por la tierra, oí el tremendo grito que profirió y escuché su voz de ultratumba cuando me llamó. Había caído en una tumba vieja y abierta. No podía creer lo que estaba pasando, me asomé con auténtico pánico al borde y la vi abajo, la distancia corta, dame la mano repetí dos veces, hasta que lo hizo, entonces, la saqué. 
                         Se sentó llorando en el borde, el lúgubre ruido seguía, entonces se acordó que tenía el teléfono móvil, casi la mato. Llamamos a la policía, no había nadie enterrado vivo como nosotras pensamos, era un guarda que se quedó encerrado en la caseta y que al oír ruidos, llamaba. 
                           Después de la experiencia, mi hermana decidió que mejor, hacer las fotos en lugares...menos siniestros.
                                   









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