jueves, 3 de febrero de 2011

MIS HERMANOS Y YO.

Mis padres nunca tuvieron buena relación, cuando nacieron sus cinco hijos, empezaron a llevarse mejor entre ellos, quizá pensando en que había que darle un buen ejemplo a tanta prole. Mantuvieron esa buena amistad, el tiempo que vivieron juntos  y nos criamos un montón de chiquillos, con unos padres que se llevaban a las mil maravillas. 
                 Así fue la infancia en que nos desenvolvimos mis hermanos y yo, con amor y mucho afecto. Cuando crecí, me trasladé a la capital, deseaba empezar una nueva vida, pensé que esa sería la mejor manera de conseguirla.  No anduve muy desencaminada, pues al poco tiempo, estaba bastante bien situada y tenía una serie de comodidades típicas de la nueva situación.
                        Pero siempre recordaba a mis hermanos, sabía que no estaban demasiado bien en donde se encontraban y la pena me podía. Así que un día cualquiera, fui a por ellos, mis padres no pusieron ninguna objeción, yo me vine con todos, sabía que podía facilmente, ubicarlos en colegios de la zona y sin mucho esfuerzo, unirlos a mi forma de vida.
                               Un año mas tarde, estábamos practicamente tan identificados, que no teníamos ningún problema en sentir que lo mejor que habíamos hecho en la vida, era estar juntos.

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