sábado, 25 de septiembre de 2010

CON RESIGNACIÓN.

                                      Las pinceladas dadas con extremo cuidado, la limpieza del lugar, las telas y marcos apilados delicadamente en el lugar correspondiente, sólo el olor de la pintura, trementina, aguarrás y demás componentes, dejaban claro el lugar.
                      Era una pintora que de tan cuidadosa y ordenada, no parecía tal. Su estudio era el prototipo de la perfección. Gustaba a los compradores ir a rebuscar entre sus cosas, pues ella, en su inmenso piso de dos plantas, tenía todo inmejorablemente estructurado.
            No era joven, dejó atrás hacía años la juventud, pero conservaba esa inusual frescura que suelen tener algunas mujeres maduras, a las que no les preocupa la edad, pero que se cuidan en ejercicio mental y físico.  Un rasgo importante de su personalidad, era su buen humor y su sonrisa permanente, se sentía agradecida a la vida y parecía que daba gracias constantemente por ello.
                  Aquel  día de principios de un invierno frío y lluvioso, esperaba a un posible comprador, no tenía intermediarios, nunca los había querido, prefería vender menos pero saber a quien le vendía sus obras, para ella eso era importante. Cuando sonó el viejo timbre de la casa, abrió y esperó al visitante, mientras oía el crujido de las escaleras de madera.
                 Quedó sorprendida al ver al hombre que se presentó, tendría unos quince años menos que ella, lo que no solía ser habitual, pero como él le explicó estaba montando un despacho y buscaba algo innovador.
                  Seis meses después de esta visita que hablamos, se veían con frecuencia, pasaban algunas noches juntos y tenían una, digamos, relación.  Realmente si alguien le hubiera preguntado a la pintora que tipo de relación tenían, no hubiera podido definirla, no era nada serio, se llamaban, se acostaban, compartían poco mas que unas copas, unas salidas, pero siempre era él quien tomaba la iniciativa, ella no era tan abierta, no sabría como hacerlo.
                   Pero los años y la experiencia le dijeron que disfrutara de esa compañía, no era lo habitual que un chico de su edad con su juventud y posición, que podía acceder a compañías mas jóvenes, decidiera que prefería la de ella, esto no duraría de por vida. Así que un día, cuando Jorge no la llamó más, María no se sorprendió, supo que la relación había acabado, lo que empezó, había tocado a su fin, lo esperaba, no la cogió de sorpresa, pues se había preparado para ello, simplemente... lo tomó con resignación.

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