viernes, 24 de febrero de 2012

El fin del mundo.

                                       Me ha costado bastante la traducción de este manuscrito, pero aprendo rápido y al poco de llegar ya hablaba correctamente el nuevo idioma. Lo de la escritura lo dominé en unos días.
                          En éste lugar profundo y oscuro, echo de menos el lugar de donde vengo, la luz intensa y la claridad para ver. A veces me he encontrado con algunos de los míos, los sigo llamando así porque aunque he olvidado muchas cosas, otras aún permanecen en el recuerdo.  
                            Lo que no debo olvidar jamás pues es por eso por lo que estoy aquí, es la búsqueda del fallo cometido, cuando lo encuentre, volveré de nuevo a mi planeta, saldré de éste que llaman Tierra.
                       Yo soy lo que llamamos allí, un ser involucionado. Y es por eso por lo que denominamos a éste lugar, el fin del mundo.
                              Porque es volver atrás, a reconocer y convivir con estos seres y esta forma de vida tan diferente a la nuestra, en donde no se comparte casi nada y demuestran a diario su prepotencia y orgullo.
                            Viven aislados unos de  otros, casi no conocen el significado de la palabra compartir y se revuelcan en el fango de la corrupción y el maltrato.  Son tan diferentes a nosotros que en ocasiones me siento hundido de tener que participar en esta forma de vida. Pero estoy aprendiendo velozmente y ya distingo  el bien del mal.
                                Cuando en el futuro tenga hijos, lo primero que haré será enseñarles con denuedo que viajar al fin del mundo es algo tan terrible que es preciso aprender con rapidez a modificar comportamientos.










  
                                 
                                 

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