viernes, 1 de julio de 2011

Trabajaron a conciencia.

                            Subí la escalera despacio, intentando de una manera absurda, retardar el momento del enfrentamiento. Mis padres no lo iban a entender y yo, no sería capaz de explicarlo de una manera que pudieran comprenderlo. Saber que estaba de tres meses de embarazo, iba a suponer un drama en mi casa.
                            Cuando una hora más tarde me marché, supe que por mucho tiempo no los vería. 
                            Candela era mi primera hija, después de conocerla, sabía que tendría más. De alguna manera, tener una gran familia se convirtió en una prioridad en mi vida. Pero claro, sin pareja, viviendo lejos de la gente que se suponía ayudan en estos casos, lo tenía un tanto complicado. Aún así, pensaba en ello de continuo. 
                       Y por ese entonces, conocí a Aurelio. Él hizo que mi vida diera un giro, mi niña conoció un padre que nunca había tenido y yo, conocí al que se convertiría en mi marido. Nos casamos al año, sólo su familia y amigos de ambos, porque aunque les mandé una carta a los míos, nadie acudió.
                           Dos años después, nuestra familia aumentó con la llegada de los gemelos. Dos niños, que hicieron la delicia de sus padres. Y pasó mucho tiempo antes de que yo supiera algo de mi gente. Un día recibí una carta, mis padres habían fallecido en un accidente de tráfico. Acudí a su funeral con mi marido. A pesar de la pena, sentía felicidad de saber que podría ver a mis hermanos, tenía tres, una chica mayor que yo y dos hermanos menores. Pero aquel gramo de alegría, se disipó según los encontré. Caras largas, malos modos.
                      Supe entonces, que mis padres habían trabajado a conciencia.




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