martes, 21 de junio de 2011

La noche de San Juan.

No pude saber nunca si aquellas imágenes fueron sueños o realidades, lo cierto es que disfruté al máximo con  ellas. Jamás pude pensar que viviría algo tan sumamente fantástico, así que desde aquí agradezco a lo que sea que me las proporcionó y si puede ser me encantaría.. repetirlas. 
Todo empezó la noche de San Juan, Lo digo ahora porque sé que se acerca, otros años había puesto bajo mi cama, unas velas y no recuerdo que más, que una amiga me dijo, pero aquella vez, hice un conjuro un tanto especial y distinto, me lo dijo una amiga de mi abuela. 
Confiaba en ella de una forma tan intensa, que creo que eso fue lo que hizo que me transportara a...¿otra dimensión ?. Si, creo que esa es la palabra adecuada, ni sueños, ni pesadillas, a donde realmente fui, es a una dimensión diferente a la nuestra, en donde las cosas se ven y se sienten de una manera tan distinta que hasta nosotros nos sentimos como si fuéramos otros seres. 
En aquella ocasión, creo que estaba durmiendo, pero también recuerdo como escuché el sonido de una música, campanas, laúdes? o algo parecido y me levanté a ver de donde provenía. Entonces, ya no estaba en mi casa ni en mi cama, pero no me importó, una sensación de tranquilidad y relajación, era lo que sentía, algo que me hacía sentir confiada y con una intensa energía.
Desde luego, recuerdo con total nitidez el baño de las doce de la noche en mi playa de Las Canteras, a la que llamo de ésta forma porque la considero un poquito mía. Pero esa vez, el agua, en su oscuridad, estaba cubierta de pétalos de rosas, las personas que nos bañábamos lo hacíamos con una desnudez absoluta y se notaba una felicidad tal en nuestros rostros que era digno de verlo.
Al salir del agua ya no estaba en la playa, ni siquiera desnuda, sobre mi cuerpo, una especie de túnica blanca y me encontraba en alguna parte parecida a un bosquecillo, pues se veían árboles jóvenes y flores de muchos colores. Mucha gente bailando y la música que escuché cuando me levanté de mi cama, me uní a la algarabía y pasé la mejor noche de mi vida. Cuando llevaba casi una hora de puro cansancio, alguien me rescató para descansar un rato, se llamaba Juan, según me dijo minutos más tarde, lo felicité pues era su santo y el resto del tiempo lo pasamos charlando.
Lo que estuvo claro, es que aquel conjuro o lo que fuera, hizo su efecto, Juan y yo, hoy día, después de tantos tiempo de formar pareja, vamos a San Juan todos los años, simplemente a dar gracias, por ser....tan felices.





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