Amor a primera vista.

                  Me paré directamente frente al imponente edificio de tres plantas, todo blanco, algunos tonos beiges en  unas zonas determinadas, realmente, llamaba la atención. No era una zona de la ciudad conocida por mi, lo estaba descubriendo en un paseo casual, parecía que se preparaba un evento o algo similar, pues en ese momento se encendieron las luces en su interior. Era un palacete maravilloso.

                      Mientras recreaba la mirada, otros transeúntes pensaron lo mismo que yo, pues también se pararon a observar. Al poco, una voz airada se escuchó en su interior, una mujer morena, que parecía alterada por algo, salió dando un portazo, como no se detuvo a mirar, me empujó sin miramientos, a lo que se sintió en seguida avergonzada y se paró a ofrecerme sus disculpas. Mientras hablaba, yo la miraba embelesado, tenía el pelo excesivamente corto, de color negro intenso y ocultaba los ojos tras unas oscuras gafas de sol que al poco se quitó. Cuando pude ver el rostro por entero, noté la perfecta forma de su óvalo, no así el resto, que no guardaban el perfecto equilibrio que se esperaba, la nariz un poco larga y los ojos muy separados, no le quitaban ni un ápice de atractivo, al contrario, se lo añadían.
                       Cuando acabo con las disculpas y yo le agradecí, la invité a tomar un café, aceptó con gusto y pasamos un rato charlando en un cercana cafetería. Así inicié mi relación con Carmen. Pero no fue lo que yo pensé, descubrí a una mujer que aunque en un principio me pareció entrañable por su franqueza y espontaneidad, según la fui conociendo, empecé a notar detalles que no eran del todo agradables. Por momentos se mostraba superficial y algo grosera y hubo ocasiones en que me sorprendió su insensibilidad y pedantería.
                            Me sentía totalmente inseguro con respecto a ella. Así que meses más tarde, rompí la relación, la quería con locura, y lo nuestro fue un amor a primera vista, pero también quería que durara el mayor tiempo posible.