Me volví hacia él y sin mirarlo a los ojos, sólo le dije, gracias. Noté el brillo de las lágrimas en su cara, me invadió un intenso remordimiento y una tristeza incontrolable. Supe que aquella sería la última vez que nos veríamos, ni él ni yo, creíamos en el otro, no valía la pena mantener de esa forma una relación de por si, inacabada. Lo miré mientras caminaba hacia cualquier lado que fuera el opuesto al mío. Mis lágrimas se unieron a las suyas.
Meses después, casi sin darme cuenta, lo había olvidado, el tiempo va poniendo todo en un lugar que a veces nos llena de asombro, pues de tan hondo y oscuro, ni nos percatamos de que existe. Pero sucedió como en los cuentos, ya que con el paso de los días, mi cuerpo me contó una historia que desconocía, una vida dentro de otra, me dijo con pocas palabras.
Y de repente, supe del miedo, de la angustia, de la falta de afecto y de una incertidumbre que me mataba por dentro. Esperé con intranquilidad el paso de los días, no veía llegar el momento en que yo, seríamos nosotros. Pero mientras sentía todo tipo de emociones, él, apareció de nuevo en mi vida, sin quererlo, sin llamarlo, cuando al poco me vine a dar cuenta, estábamos los tres juntos, comenzando, iniciando... una vida en común. |
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