Canturreaba sentada en la silla, mientras balanceaba el cuerpo hacia delante y hacia atrás. Y,de nuevo, repetía la misma canción, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez....
El dr. Marcos, caminaba deprisa por el blanco pasillo del sanatorio, le habían intentado dar un toque de color con algunas pinturas al óleo colocadas de cualquier manera, pero eran de tan mala calidad, que la gente no se fijaba. Pasó raudo por el comedor, donde los pacientes más tranquilos, almorzaban, ayudados por tres auxiliares y se dirigió a la sala de sesión clínica, era interesante el tema de hoy, pues se trataba de dar ó no el alta, a una paciente que llevaba con ellos más de quince años.
La mujer en cuestión, era Victoria Cabrera, cuando ingresó, era una menor de trece años, hoy día, que parecía haber conseguido esa estabilidad deseada por todos, era una mujer hecha y derecha, no sabían si estaría preparada para enfrentarse al mundo que la esperaba afuera.
Y después de mucho cavilar y discutir, decidieron que sí, con un control exhaustivo durante el primer año por parte de los servicios sociales, pero, sí, se le daba el alta.
Victoria empezó su nueva vida, tenía casa propia, heredada de sus padres, sin familia, se las tuvo que ventilar sola en la vida desde muy pequeña. Dos veces por semana, iba la asistente social, era una mujer rara, le caía mal, pero no se podía permitir el lujo de hacérselo saber a ella ni a otros, pensarían que era objeto de su locura. La conocía del sanatorio, desde hacía demasiados años, la había visto tratar mal a muchas pacientes, pero todas callaban, su físico la delataba, su cara hablaba de odios y rencores soterrados, de venganza, de mentiras. A los dos meses, dio un funesto informe de Victoria, era como para volver a ingresarla. Una tarde, el dr. Marcos, se acercó hasta su casa con dos colegas más, de imprevisto, hizo un informe firmado por los tres, no se creyó lo que dijo la asistente.
Victoria le estaría agradecida de por vida, él hizo que su vida, fuera, para siempre, mas fácil y mas feliz.
Victoria empezó su nueva vida, tenía casa propia, heredada de sus padres, sin familia, se las tuvo que ventilar sola en la vida desde muy pequeña. Dos veces por semana, iba la asistente social, era una mujer rara, le caía mal, pero no se podía permitir el lujo de hacérselo saber a ella ni a otros, pensarían que era objeto de su locura. La conocía del sanatorio, desde hacía demasiados años, la había visto tratar mal a muchas pacientes, pero todas callaban, su físico la delataba, su cara hablaba de odios y rencores soterrados, de venganza, de mentiras. A los dos meses, dio un funesto informe de Victoria, era como para volver a ingresarla. Una tarde, el dr. Marcos, se acercó hasta su casa con dos colegas más, de imprevisto, hizo un informe firmado por los tres, no se creyó lo que dijo la asistente.
Victoria le estaría agradecida de por vida, él hizo que su vida, fuera, para siempre, mas fácil y mas feliz.
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