viernes, 4 de mayo de 2012

Una amiga un tanto extraña.

                               Cuando la artritis reumatoide llegó a mi vida, yo tenía veintisiete años y acababa de parir a mi primer hijo. Me costó tiempo aceptar que aquello iba a formar parte de mí para el resto de mis días, pronto supe que de alguna manera podía sacar ventaja de la situación.
                              Llevo ya treinta años con la que hoy día es "mi amiga", sí, en eso nos hemos convertido, no una amiga íntima ya que de alguna forma la mantengo un tanto alejada de mí, pero la siento cercana, lo que tengo claro y no logro entender, es que dentro de mi cuerpo, no está.
                                     Lo que comentaba más arriba que he sacado ventaja de la situación, es porque al haber tenido que estar tanto tiempo de baja a través de los años por brotes dolorosos, pues he podido dedicarle mucho más tiempo a mis hijos cuando eran pequeños que de otra manera no hubiera sido posible.
                                      En dos ocasiones me preguntaron dos especialistas en medicinas alternativas si me quería curar de mi enfermedad, la primera vez respondí "no lo sé", la segunda, muchos años más tarde, le dije que quería que se me quitaran los dolores, porque sabía que la enfermedad no se curaba .
                                       La doctora insistió, "pero suponiendo que se pudiera curar, ¿te gustaría curarte?".
                         Durante días he pensado en esa disyuntiva. Terrible de verdad. Ahora que me han dado la incapacidad, que mis hijos son mayores, que no tengo grandes cargos y una estabilidad económica, vuelve de nuevo la pregunta. Pienso que es hora que vaya alejando de mi esa extraña "amiga" que me ha acompañado tanto tiempo, que de alguna manera desempeñó bien el papel que le tocó desempeñar, pero creo que es hora...que desaparezca para siempre. 
                           











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