Salir del más absoluto de los anonimatos, supuso para mí algo nuevo e inusual. Llevaba tanto tiempo recluída en casa, que cuando la vida me dio la oportunidad de entrever el mundo en que vivimos, me lancé a ello de cabeza. Cuando pasó esto, yo no era ninguna chiquilla, hacía ya unos años cumplí los cuarenta, a pesar de ello, ignoraba casi todo.
Tuve que conocer a una persona que fue mi salvación, me cogió de la mano y me hizo traspasar la puerta del desconocimiento. Queda claro que no estoy hablando de conocimientos culturales y de lo que se aprende en los libros, de eso estaba bien surtida. Hablo del dorado conocimiento que sólo se aprende viviendo y teniendo experiencias, cayendo y levantando el cuerpo maltrecho.
Cuando empecé a tener mis primeras experiencias, hacía ya cuatro años que mis padres habían muerto y yo, sin cargas familiares y una sustanciosa herencia, era un buen fruto para cualquiera. Bueno, eso decía mi maestra, la que me empujaba diariamente a encontrar la felicidad.
Y de esa extraña forma, empecé mi aprendizaje por la vida. Pero cuando llevaba ya cinco ó seis años "aprendiendo" fue cuando me di cuenta que aquello no era lo que se me apetecía hacer. Como no era tonta sino ignorante, poco a poco fui tomando las riendas de mi destino, decidí hacer lo que estuviera en mi mano para organizarme sin ayuda.
La decisión estaba tomada, eso era lo realmente importante.
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