La vi marcharse con pena, como si se fuera una parte de mí. Sin ella saberlo había formado un conjunto, completaba un trozo de mi vida como nadie lo había hecho.
Me avergoncé al pensar que sentía de esa manera, pero no había nadie para escuchar, los pensamientos son autenticamente libres, es casi lo único en la vida, con lo que siempre somos sinceros.
Con tristeza vi cerrar las puertas de la terraza, me asomé al balcón, mientras subía a un taxi cargada de maletas. Entonces para mi sorpresa, me senté en la terraza y sentí que las lágrimas brotaban de mis ojos sin yo quererlo, las sacudí de un manotazo, pues me invadió la rabia llorar por una situación así.
Me avergoncé al pensar que sentía de esa manera, pero no había nadie para escuchar, los pensamientos son autenticamente libres, es casi lo único en la vida, con lo que siempre somos sinceros.
Con tristeza vi cerrar las puertas de la terraza, me asomé al balcón, mientras subía a un taxi cargada de maletas. Entonces para mi sorpresa, me senté en la terraza y sentí que las lágrimas brotaban de mis ojos sin yo quererlo, las sacudí de un manotazo, pues me invadió la rabia llorar por una situación así.
La casa estuvo vacía durante varios meses, se notaba el polvo acumulándose en los ventanales y parecía que transmitiera sensación de aislamiento y soledad. Era lo que yo llamaba una casa huérfana, no tenía a nadie que la quisiera.
Cuando ya casi me había olvidado y me dediqué a las cosas de siempre, una tarde de un verano que de tan caluroso nos obligaba a salir a las terrazas a disfrutar de un poco de brisa, vi llegar a los nuevos inquilinos.
Eran cinco entre chicos y chicas, me invadió una extraña alegría al pensar que de nuevo iba a tener vecinos, gente que habitaría la casa de enfrente, que le darían nueva vida y que de alguna manera, entrarían a formar parte de mi vida.
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