Tres palabras para motivar mi imaginación, sólo tres. En ellas tenía que encontrar una nueva historia, inventar un cuento atrayente y sugestivo.
Dos horas después de varios cigarrillos y una copa de vino, le puse la correa a Nala y salí a la calle. Mi mente danzaba frenética en busca de lo que ni yo sabía que era.
Busqué y rebusqué en zonas aisladas y algunas también llenas de gente. En lugares inhóspitos, cubiertos de yerba seca y angustias. Algunos se me ofrecieron con cierto afán de protagonismo y otros sucios como vertederos se presentaron de manera anónima.
Pasé horas e incluso días recogiendo información de todos los sitios a los que acudía. No conseguía la historia esperada.
Cuando decidí olvidarla y a otra cosa, escribí estas líneas.
Busqué y rebusqué en zonas aisladas y algunas también llenas de gente. En lugares inhóspitos, cubiertos de yerba seca y angustias. Algunos se me ofrecieron con cierto afán de protagonismo y otros sucios como vertederos se presentaron de manera anónima.
Pasé horas e incluso días recogiendo información de todos los sitios a los que acudía. No conseguía la historia esperada.
Cuando decidí olvidarla y a otra cosa, escribí estas líneas.
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