Salí de la iglesia con rapidez en cuanto terminó la misa. No quería saludos ni caras de tristeza, bastante mal me sentía para encima tener que consolar a otros. Poner cara angustiada o decir palabras falsas, no era lo mío.
Mi marido había fallecido el día anterior. Se lo llevó consigo una botella de alcohol. Y otra de odio. Nació para odiar al mundo, era una capacidad que jamás había visto en otra persona. No sé cuando empezó a sentir de esa manera, mantuvimos un matrimonio de veinte años y lo conocía desde pequeño, pero antes no era así.
Lo cierto es que el cambio fue tan gradual que no me di cuenta sino cuando ya fue demasiado tarde, entonces me encontraba rodeada de un montón de hijos e incluso un nieto, no tenía forma de subsistir salvo el sueldo que él ganaba.
Fue entonces cuando lo encontré muerto en su cama una tarde cualquiera.
A partir de ese día entendí el significado de la palabra libertad.
Lo cierto es que el cambio fue tan gradual que no me di cuenta sino cuando ya fue demasiado tarde, entonces me encontraba rodeada de un montón de hijos e incluso un nieto, no tenía forma de subsistir salvo el sueldo que él ganaba.
Fue entonces cuando lo encontré muerto en su cama una tarde cualquiera.
A partir de ese día entendí el significado de la palabra libertad.
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