Una vez más salí de otra editorial cabizbajo y con mi proyecto en la mano. No me lo publicaban. Aveces pensaba que ni tan siquiera lo leían. Una vez en la calle, la indecisión de no saber hacia donde ir, me indujo a entrar en la cafetería de la acera de frente. Un café cargado y un cigarrillo, era lo que deseaba en aquel momento.
Entonces pasó lo que en las películas americanas: entró ella.
Alta, un tanto desgarbada tenía un cierto parecido a Julia Roberts. No era guapa como la actriz, el pelo cortito le daba aire de "chicazo". Me quedé mirándola embobado, ella ni se fijó en mí. Se sentó al fondo del local y me cambié de silla para poder observarla mejor.
Dejó sobre la mesa una carpeta de cartón azul, de esas antiguas, y con gesto de desgana apoyó las manos bajo el mentón mientras miraba a lo lejos. Se despertó al acercarse el camarero e hizo el pedido. Un café doble y un croissant. Me agradó que fuera "cafetera" como yo.
Se entretuvo un rato haciendo llamadas y cuando vi que guardaba el teléfono y empinaba la taza de café, me acerqué a ella. Me miró sin verme y de pronto levantó de nuevo la vista algo asombrada y me llamó por mi nombre.
Para horror mío no la recordaba, pero en seguida caí en la cuenta de quien era. Habíamos sido vecinos cuando niños. Lo que recordaba, era todo lo contrario a lo que tenía delante, ella era simplemente...perfecta. Buena conversadora sabía escuchar y me preguntaba cosas de continuo interesándose por mi vida. Las horas pasaron volando a su lado, nos despedimos hasta el día siguiente en que quedamos a cenar.
Me recordé cuando entré esta mañana en la cafetería cabizbajo y triste. Ahora salía una persona, simplemente, feliz.
Entonces pasó lo que en las películas americanas: entró ella.
Alta, un tanto desgarbada tenía un cierto parecido a Julia Roberts. No era guapa como la actriz, el pelo cortito le daba aire de "chicazo". Me quedé mirándola embobado, ella ni se fijó en mí. Se sentó al fondo del local y me cambié de silla para poder observarla mejor.
Dejó sobre la mesa una carpeta de cartón azul, de esas antiguas, y con gesto de desgana apoyó las manos bajo el mentón mientras miraba a lo lejos. Se despertó al acercarse el camarero e hizo el pedido. Un café doble y un croissant. Me agradó que fuera "cafetera" como yo.
Se entretuvo un rato haciendo llamadas y cuando vi que guardaba el teléfono y empinaba la taza de café, me acerqué a ella. Me miró sin verme y de pronto levantó de nuevo la vista algo asombrada y me llamó por mi nombre.
Para horror mío no la recordaba, pero en seguida caí en la cuenta de quien era. Habíamos sido vecinos cuando niños. Lo que recordaba, era todo lo contrario a lo que tenía delante, ella era simplemente...perfecta. Buena conversadora sabía escuchar y me preguntaba cosas de continuo interesándose por mi vida. Las horas pasaron volando a su lado, nos despedimos hasta el día siguiente en que quedamos a cenar.
Me recordé cuando entré esta mañana en la cafetería cabizbajo y triste. Ahora salía una persona, simplemente, feliz.
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