La tarde anteerior empecé a notarlo, se extendía reptando por mi antebrazo izquierdo hacia mi mano, siniestro, cauto. Cuando me desperté por la mañana, el okupa era dueño de mis dedos, los mantenía unidos y cualquier dolor era insoportable.
Me levanté aturdida y me tomé dos aspirinas. Ya en el baño intenté recogerme el pelo en una cola, misión imposible, a trancas y barrancas, me coloqué una pinza, mientras pensaba que sólo tenía que olvidarme de mi mano izquierda, pero no debía hacer mucho esfuerzo con la otra, porque notaría en seguida las consecuencias, innflamación y dolor.
Otro pensamiento que resultó efectivo fue que no tendría porque dudar muchos días, dos ó tres, en algunas ocasiones una semana, no tendría porque ser ésta, ¿no?.
Hacerme el café fue más sencillo, atrapé el bote con mi brazo izquierdo, cerca de la axila y con el derecho serví el polvo. No podía leer un libro, ni utilizar el ordenador, tampoco recoger la casa y cambiarme de ropa era misión imposible. Redescubrí lo complicado de subir y bajar las bragas con una sola mano.
Mi artritis reumatoide dura ya 25 años, he tenido momentos en que ha remitido, y he disfrutado bastante de ellos. Me ayudan las aspirinas, los antiinflamatorios y los corticoides. Los movimientos repetitivos suelen tener consecuencias a corto plazo, cuando tengo que hacerlos, al rato descanso y luego vuelvo. Actuar así es hacerlo todo muy despacio, pero vale la pena.
Tengo el apoyo de mi familia y amigos, y médicos que se preocupan. Ahora estoy de baja en el trabajo, mis compañeros saben porqué y lo entienden.
El día que tengo un dolor intenso, simplemente paro mi actividad, y como pensar no duele, paso mi tiempo en ello y a veces....escribo.
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