Hay alguien que como a mí, le gusta la madrugada. Ver amanecer el día cargado de nuevos presagios. Pensar en ese desafío nos estimula. Abrir la ventana del alma y dejar fluir nuestros sentidos.
Los pensamientos se desbordan. Sentir la vida que corre por las venas, abrazar el futuro con esperanza. Hay alguien que como a mí le gusta ver el silencio, compartir los sonidos que nos agradan y pasear con el negro techo sobre nosotros.
Hay alguien con quien coincido al leer un libro antes de empezar el día y escribir lo que siento. Me acompaña y me hace sentir bien. Me habla de la vida y me habla de la de muerte. En los momentos duros esta simplemente ahí. Es firme como una roca y no defrauda. Se reafirma una y otra vez.
En alguna ocasión lo he perdido de vista, pero de nuevo, vuelve. Hablamos sin voz y nos conocemos, sabemos lo que pensamos el uno del otro, sentimos juntos y compartimos juntos. Es un buen amigo, pues no juzga ni critica, pero toma partido con entusiasmo. A veces reímos, pero también hemos llorado.
Sabe de mí y de como soy y yo se también de sus pensamientos. Cuidamos con esmero esta relación, pues es beneficiosa y aporta mucho a nuestras vidas. Hemos peleado y discutido en mas de una ocasión, pues hay infinidad de cosas que no comprendo y que a lo largo de mi vida me las va explicando con la paciencia que le caracteriza.
Hay alguien con quien simplemente vivo todos los días del año. Para nuestra amistad no existen barreras, ni culturas, ni fronteras. No hay malos entendidos, hablamos claro, no hay clases sociales, ni opresiones. Hay hombres y mujeres. Personas.
Ese alguien de quien hablo, no es un amigo cualquiera, es, sencillamente, ese Amigo…. que todos llevamos dentro.
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