No podía ser que que en un día tan señalado, cometiera tamaña atrocidad. Era imposible que no tuviera ni siquiera un poco de sentido común para en algunos momentos, no intervenir sino fuera absolutamente necesario, pero, no, tenía que dar siempre la nota, su seña de identidad la iba dejando por cualquier parte.
Mi padre era como un perro sin educar, aquel día, para mí tan importante, en la reunión con mis amigos y algunos de mis futuros jefes de mi próxima empresa, a pesar de habérselo dicho, cometió la torpeza de entrometerse en las conversaciones "cuasi" privadas que se estaban hablando en aquella mesa.
Se que no tenía que haberlo invitado, se que no era una persona para estar sentada ahí en esos momentos, pero era sólo una cena de empresa, de esas que se celebran en Navidad, se suponía que no se tenía que hablar nada que no fuera mas allá de las cuatro boberías típicas de la ocasión, pero las cosas se disparataron, nos vimos abocados a a mas allá de lo supuestamente permitido. En fin, la sorpresa en esta ocasión, quien se la llevó fui yo, pues dos días mas tarde me llamó el jefe haciéndome el comentario de que mi padre tenía ideas muy interesantes respecto a no se que temas.
Bueno, lo cierto, es que tuve que bajar la cabeza y aceptar que mi padre tenía la suficiente capacidad, a pesar de su edad, de discernir muy mucho como para que mi jefe lo contratara. Cambié mi chip, él y yo estuvimos trabajando juntos mucho tiempo y aprendí tantas cosas, que me alegré, de haber invitado a mi padre a la cena de Navidad.
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