Cuando terminé de estudiar enfermería, solicité trabajo en una pequeña clínica privada de mi ciudad de reconocido prestigio, sobre todo por el departamento de ginecología y obstetricia. En ese entonces ya admitían pacientes de todo tipo, la habían ampliado un par de veces y las cosas iban bien.
Pensé quedarme un par de años o menos, y después pasar a la sanidad pública, los hospitales son más grandes y hay posibilidades de aprender mas. Estuve diez años.
Al ser una clínica pequeña, todos éramos conocidos y formábamos grupos de trabajo en el muchos terminamos siendo amigos. No recuerdo el día en que empecé a trabajar, pero sí la primera noche.
Diecinueve o veinte años, recién salida de una escuela en donde la buena preparación brillaba por su ausencia, llegó mi primer turno de noche y me vi responsable de treinta pacientes en una planta en donde no conocía a ninguno.
No sé si fue miedo o pánico, pero quise morirme, no tenía compañeras a las que acudir, la plata era de cirugía y la mitad de las cosas no sabía hacerlas.
Entonces apareció ella.
Se llamaba Marianela, la primera vez que la vi, la impresión que me dio era la de ser la jefa. Y así era, Marianela fue durante muchos años la auxiliar más antigua de la clínica, por lo tanto gozaba del privilegio de tener un piso frente a ésta por cuenta del hospital. De edad indefinida, aún llevaba ropajes de las enfermeras antiguas, y aunque no recuerdo su cara, si su caminar, de pasos cortos, rápidos y decididos.
Ella me enseñó mucho de lo que sé hoy día, los primeros pasos los di de su mano, eso si, con toda la humildad posible, pues en su carácter agrio e independiente no daba nada gratis, uno corría tras ella y le ibas preguntando, te enseñaba en pocas palabras, la segunda vez te vigilaba para ver si lo hacías bien.
Otras de las cosas que aprendí en mi primer día de trabajo nocturno, lo hice por mi misma, nadie me ayudó. Al llegar a la planta y verme enfrentada a ese mundo de pacientes desconocidos, cogí mi blog y una por una fui repasando las historias clínicas de cada uno y apuntando el diagnóstico, problemas que habían tenido y... su nombre de pila.
Pasé por todas las habitaciones presentándome a los pacientes, saludándoles por su nombre y, muy importante, tratándoles de usted. Anoté a continuación lo que necesitaban y como se encontraban en ese momento. Al enfrentarme, perdí el miedo.
Cuando volví a la noche siguiente, ya los conocía y ellos a mí, algunos me dijeron que me habían echado de menos y lo contentos que estaban de volver a verme.
Para una enfermera, esas palabras tienen como significado, que la mitad del trabajo...lo has hecho bien.
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