El olor a sudor se extendía por todo el gimnasio, el aire acondicionado se había estropeado y los que nos encontrábamos allí, luchábamos entre desmayarnos o marcharnos. Opté por lo último, me baje de la elíptica y me dirigí al vestuario. Allí no se respiraba mejor, pero los olores mezclados con el del jabón, disimulaba un poco. Busqué alguna cabina libre, opté por una de las últimas, me daba más intimidad. Mientras sacaba los útiles de aseo de mi bolsa, entró Laura.
Me fascinaba aquella mujer, piel dorada y satinada, alta y con un cuerpo que sin querer tenías que mirarla, vestida con un pantalón corto y un top que dejaba la barriga al aire, se desvistió y se metió en la ducha frente a la mía. Suspiré al verla, pensando que ese cuerpo era fruto de la genética.
Yo también me metí en la ducha, abrí el grifo del agua fría, lo necesitaba. Llevaba cinco minutos largos bajo el chorro, cuando sentí que la puerta se abría. Ella entró empapada y desnuda, el pelo pegado a la cara y sonriendo.
No supe decirle que no, de hecho lo necesitaba. Me abrazó y tocó mi cuerpo, como sólo una mujer sabe hacerlo a otra mujer. Después me empujó entre sus piernas, ella agarrada a la puerta y yo buscando su placer. Cuando las dos nos sentimos satisfechas, me dirigió una mirada agradecida y con su voz sensual y profunda, dijo mientras salía: - hasta mañana.
Desde entonces, acudía a diario al gimnasio, mi novio no entendía el afán que me había entrado de repente, yo....no se lo iba a contar.
Me fascinaba aquella mujer, piel dorada y satinada, alta y con un cuerpo que sin querer tenías que mirarla, vestida con un pantalón corto y un top que dejaba la barriga al aire, se desvistió y se metió en la ducha frente a la mía. Suspiré al verla, pensando que ese cuerpo era fruto de la genética.
Yo también me metí en la ducha, abrí el grifo del agua fría, lo necesitaba. Llevaba cinco minutos largos bajo el chorro, cuando sentí que la puerta se abría. Ella entró empapada y desnuda, el pelo pegado a la cara y sonriendo.
No supe decirle que no, de hecho lo necesitaba. Me abrazó y tocó mi cuerpo, como sólo una mujer sabe hacerlo a otra mujer. Después me empujó entre sus piernas, ella agarrada a la puerta y yo buscando su placer. Cuando las dos nos sentimos satisfechas, me dirigió una mirada agradecida y con su voz sensual y profunda, dijo mientras salía: - hasta mañana.
Desde entonces, acudía a diario al gimnasio, mi novio no entendía el afán que me había entrado de repente, yo....no se lo iba a contar.
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