Con la llegada del Otoño, salí a dar mi primer paseo al parque, sabía que ya no llovería y me sentía feliz de retomar mis carreras por las tardes. Me embutí en un chándal del pasado año y me dispuse a empezar de nuevo mis ejercicios. Casi media hora después, paré, el corazón me decía que hasta aquí, llevaba mucho tiempo sin entrenar y no podía seguir. Me senté en un banco, descansar un rato me vendría bien
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Al rato, un desconocido se sentó a mi lado, habían muchos bancos libres y me molestó su presencia. Lo miré de reojo, era joven y bien parecido, llevaba un libro en las manos, vestía con vaqueros y una camiseta oscura. Una vez observado, me molestó menos, no parecía peligroso y tenía unas facciones agradables. La conversación entre los dos, empezó de una forma natural, que si estas muy cansada, relájate un poco y respira de esta forma que te sentirás mejor. Cosas normales entre dos adultos desconocidos. Le pregunté que estaba leyendo, me mostró la portada del libro, algo de Herman Hesse, me dijo.
De ahí a empezar una agradable charla, fue un paso. Salimos juntos del parque, me sentía feliz de haber conocido una persona tan sensible y simpática. En un apartado, de repente y sin previo aviso, intentó besarme. Lo empujé lo más fuerte que pude y cayó hacia atrás como un fardo. Pensé que lo había matado, pues se quedó quieto y no parecía respirar.
Lo primero que se me ocurrió, fue salir corriendo, miré a ambos lados y no vi a nadie, me había puesto guantes para combatir el frío de la tarde, o sea, que mis huellas no estaban por ninguna parte. Y eso hice. Me marché lo más rápido que pude y lo dejé tumbado en el suelo.
Durante días, leí el periódico para ver si su muerte se veía por algún lado, pero no, los sucesos no traían nada. Sobrevivió, me dije. Una semana más tarde, empezaron a llegar a mi ordenador mail anónimos. Supe lo que era el miedo, los mail hablaban de que no conseguiste matarme, te haré lo mismo que me has has hecho tú y amenazas por el estilo. Cada día, al sentarme ante el ordenador, temblaba como una hoja al pensar lo que me esperaba. El hombre que pensé era agradable, me vine a dar cuenta tarde, que era lo contrario a lo que parecía.
Cinco días más tarde vi en el periódico su esquela, él estaba muerto hacía ya una semana, peor lo tuve, ¿ quien me estaba mandando los anónimos ? ¿ quien era la persona que quería acabar con mi vida ?. Nunca me enteré, pero consiguió lo que quería, tenerme en vilo durante mucho tiempo y terminar en un sicólogo que me ayudó a salir de esta extraña situación.
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Al rato, un desconocido se sentó a mi lado, habían muchos bancos libres y me molestó su presencia. Lo miré de reojo, era joven y bien parecido, llevaba un libro en las manos, vestía con vaqueros y una camiseta oscura. Una vez observado, me molestó menos, no parecía peligroso y tenía unas facciones agradables. La conversación entre los dos, empezó de una forma natural, que si estas muy cansada, relájate un poco y respira de esta forma que te sentirás mejor. Cosas normales entre dos adultos desconocidos. Le pregunté que estaba leyendo, me mostró la portada del libro, algo de Herman Hesse, me dijo.
De ahí a empezar una agradable charla, fue un paso. Salimos juntos del parque, me sentía feliz de haber conocido una persona tan sensible y simpática. En un apartado, de repente y sin previo aviso, intentó besarme. Lo empujé lo más fuerte que pude y cayó hacia atrás como un fardo. Pensé que lo había matado, pues se quedó quieto y no parecía respirar.
Lo primero que se me ocurrió, fue salir corriendo, miré a ambos lados y no vi a nadie, me había puesto guantes para combatir el frío de la tarde, o sea, que mis huellas no estaban por ninguna parte. Y eso hice. Me marché lo más rápido que pude y lo dejé tumbado en el suelo.
Durante días, leí el periódico para ver si su muerte se veía por algún lado, pero no, los sucesos no traían nada. Sobrevivió, me dije. Una semana más tarde, empezaron a llegar a mi ordenador mail anónimos. Supe lo que era el miedo, los mail hablaban de que no conseguiste matarme, te haré lo mismo que me has has hecho tú y amenazas por el estilo. Cada día, al sentarme ante el ordenador, temblaba como una hoja al pensar lo que me esperaba. El hombre que pensé era agradable, me vine a dar cuenta tarde, que era lo contrario a lo que parecía.
Cinco días más tarde vi en el periódico su esquela, él estaba muerto hacía ya una semana, peor lo tuve, ¿ quien me estaba mandando los anónimos ? ¿ quien era la persona que quería acabar con mi vida ?. Nunca me enteré, pero consiguió lo que quería, tenerme en vilo durante mucho tiempo y terminar en un sicólogo que me ayudó a salir de esta extraña situación.
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