
Se la notaba alegre e incluso algo más cómoda, no se como me pude dar cuenta de eso de una terraza a otra, pero así fue, le noté una sonrisa que no le había visto en otras ocasiones y quizá una forma de moverse o de simplemente estar, que también me pareció distinta.
Entonces, de repente y de la forma mas normal, se dirigió a mí, me llamó, no por mi nombre que no conocía, sino que simplemente me saludó con un hola, como estás, yo, con la misma naturalidad, le correspondí al saludo. Hicimos amistad de terraza a terraza, durante las mañanas, nos hablábamos y nos solíamos contar los antecedentes del día anterior. Una vez, me preguntó mi nombre, se lo dije y me respondió con el suyo. Me pareció divertido esa forma de hacer amistad, pues de tan extraña, era, en verdad algo que llevaba consigo una serie de impresiones que entre otras, la más importante, era la auténtica soledad.
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