

Me levanté, mojada como estaba y tomé el camino a casa. En medio de este, encontré a Carlos, era el chico que solía hacerle los recados a mi padre, un buen muchacho, conocido por mi familia. Nos paramos a saludarnos, se quedó un poco perturbado por lo mojada que se veía mi camisa, más bien por lo que dejaba translucir, miraba mis senos sin ningún reparo por lo que me sentí avergonzada, en un momento que no pude controlar, despacio y sin ningún pudor, levantó su mano y la depositó en uno de mis pechos. No fue una caricia, solamente la dejó allí quieta, sin moverla.
Él no se movió y yo tampoco, no se lo que pensaba en ese momento, tampoco se lo que pensé yo. Unos minutos más tarde, la deslizó con cuidado hasta que la mano volvió a su lugar de origen, a su dueño, que rojo de verguenza, se marchó corriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.