Fue una auténtica tarde de primavera, la tengo grabada en mi memoria. Ese año, el deshielo había comenzado pronto y por todo el bosque flores y arbustos, habían florecido anticipadamente, hasta los árboles comenzaban a mostrar con timidez su corona de verde. Él y yo, quedamos para vernos, nos conocimos hacía tan poco tiempo que casi parecía que fue ayer. Pero mostrábamos entre los dos una confianza y un entendimiento, digno de personas que se llevan conociendo hace muchos años. Teníamos cosas en común, nos habíamos quedado sin padres desde muy pequeños y no tuvimos lo que se dice una vida fácil. Pero habíamos tomado la decisión de compartir lo que teníamos en aquel momento, lo poco o lo mucho que fuera.
Así lo hicimos hasta que él dejó de hacerlo, se aburrió, se cansó de estar siempre compartiéndolo todo y tomó la decisión de no hacerlo más. Creí que el alma se me rompía. Era la única persona en la que había depositado toda mi confianza, sin pensar que me podría fallar en algún momento. Entonces, recogí mis cosas y me marche, yo también le fallé, porque no le dije, una de las mayores ilusiones de su vida...que estaba embarazada.
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