

Una hora después de intenso camino y tres ó cuatro resbalones a cada cual más dolorido, llegamos a una parte en el que las piedras de repente desaparecieron de nuestra vista y una enorme explanada de arena amarilla invadió el suave terreno. Fue un alivio el poder caminar por aquella parte de tan practicable y agradable textura.
Hasta ese momento, no habíamos visto ser viviente, pero a partir de ese entonces, la zona empezó a llenarse de turistas y gente de la región, que atraídos por el buen clima y el sol, disfrutaban del día. Nos sentamos en un chiringuito cercano a descansar y tomarnos una cerveza. Decidimos que a la vuelta, no lo haríamos por el mismo sitio, mejor sería coger una guagua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.