Queríamos tener tanto en común, que cuando nos vinimos a dar cuenta, no teníamos absolutamente nada. Nuestra vida era como un pergamino egipcio de esos que de tan antiguos, amarillentos y arrugados, no servían sino para mostrarlos tras una vitrina, para que día tras día gente desconocida pasara y los mirara, se admirara de tremenda maravilla y siguiera su paso, para ver la siguiente cristalera.
Eso fue lo que nos pasó, cuando yo, en concreto me vine a dar cuenta, ya era demasiado tarde, no podía hacer nada por lo que habíamos tenido, porque ya no existía. El dolor terrible que me invadió, no lo pude suavizar con nada, porque de tan intenso y agudo era casi imposible de resistir.
Hablarlo con él, no trajo demasiadas soluciones al problema, al contrario, la historia se exacerbó, pues cuando me vine a dar cuenta, se había vuelto un hombre arisco y complicado. Todo suponían contrariedades y obstáculos, le daba rabia pensar que nuestra relación daba los últimos coletazos. Pero era lo que había, si durante tanto tiempo no logramos que nuestra vida funcionara, no se como quería que lo hiciera ahora. A pesar de todo, estuvimos juntos casi un año más, intentando quizá lo que sabíamos imposible, cuando ese tiempo pasó, algo que nunca supimos lo que fue nos abrió la mente y él mismo tomó la decisión de, a partir de mañana, salgo de esta casa para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.