La oía cantar una canción de cuna mientras recogía su habitación, de esas canciones que dan un poco de yu-yu, porque son como siniestras, sobre todo si se cantan cuando no hay niños en medio. Era mi vecina de cuarto, vivíamos en un hostal de pequeñas dimensiones regentado por una familia que sólo acogía estudiantes. La universidad quedaba a unos veinte kilómetros de distancia, con buena comunicación de autobuses, el hostal a pesar de estar un poco alejado de lo que era el centro, se agradecía, porque la tranquilidad del lugar para estudiar, venía bien.
Pero las canciones de cuna de todas las mañanas de mi vecina de cuarto, me tenían un poco molesta, así que toqué en su puerta, dispuesta a quejarme. Silencio absoluto. Nadie me abrió. Cuando bajé a recepción, se lo comenté a la dueña, se sorprendió, por que según me dijo, no vivía nadie en ese cuarto, los ruidos tenían que venir de algún otro, le aseguré que eran de aquel, pero me enseñó la llave de la habitación, que tenía en una caja fuerte. No quedé conforme con la explicación y subí de nuevo rumiando mis pensamientos. Al día siguiente, no escuché a la chica cantando y me imaginé, que quien quiera que fuera se enteró que había hablado con la dueña y se había asustado. Pero al llegar la noche...
Siendo ya de madrugada y estando yo en mi mejor sueño, me despierta la chica cantando. Me senté en la cama verdaderamente asustada, al poco salí al pasillo, sólo las luces de seguridad, pero bajo aquella puerta una fuerte raya de intensa luz amarilla, decía que había alguien.
Toqué con fuerza, nada, la canción seguía. Toqué en la siguiente puerta, que era la de un compañero, pero no me abrió. En la próxima lo mismo, ¿ que estaba pasando ? el día anterior los había visto a todos, tenían que estar en sus cuartos.
Entonces, empezó a oírse con fuerza, el llanto de un bebé, era un llanto de miedo y angustia, de falta de cuidados y espanto. Y fue eso mismo lo que yo sentí, el terror me invadió, me ví sola en un momento crucial de mi vida, no tenía ayuda ni apoyo de nadie, el niño lloraba cada vez con más fuerza y no podía hacer nada para ayudarle.
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