Esperábamos el metro, era una hora punta, así que nos agolpábamos en el andén pues estaba frenando y nadie quería quedar fuera. A empujones entramos y una vez acomodados esperamos con paciencia nuestra parada. Al llegar a la mía me bajé con rapidez, no me fijé en los pasos que me seguían, me vine a dar cuenta, después de dos o tres calles mas allá, cuando ya iba yo sola y el hombre en cuestión iba aun tras de mí. Pero me encaré directamente, le pregunté si quería algo o si me estaba siguiendo por algún motivo que yo debiera saber, se quedó un poco azorado, no esperaba quizá esa reacción, lo cierto es que me dijo que quería hablar conmigo. Yo tenía treinta años, ya era mayorcita para que nadie me siguiera por la calle, vivía sola, en un pequeño apartamento en el centro, era profesora de un colegio privado, mi trabajo me gustaba, de hecho era vocacional. Este hombre que me seguía no se me ocurría que podía querer de mí, le insté a que hablara, pero el sugirió a sentarnos en una cafetería cercana, no me pareció mala idea, sobretodo porque estaba bastante cansada. Cuando terminó de contarme la historia por la cual me seguía, me quedé atónita, no lo podía creer. Era detective privado, había sido contratado por un antiguo novio mío, de tan antiguo, casi ni me acordaba de él, quería este hombre volver a entablar relaciones conmigo, para ello me buscaba, era algo inentendible, el tipo, creo que tampoco lo entendía demasiado bien, pero le pagaban una buena suma de dinero, era su trabajo.
Por supuesto, le dije que de ninguna manera, que le dijera que yo tenía una nueva relación y que se olvidara de mí. El se quedó impactado, pues por la suma de dinero que me ofreció, no pensó que me fuera a negar, pero no sabía que todavía quedaba gente en el mundo que valoraba mas su libertad que todo el oro que le pudieran ofrecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.