viernes, 16 de marzo de 2012

Ley de cuidados inversos.



En teoría, prestamos más servicios a
quienes más los necesitan, pero en la
práctica las cosas suceden en sentido inverso (los pobres, los vagabundos, las
putas, los drogadictos y en general todos
los marginados reciben menos cuidados, no cabe duda). ¿Cómo podrán los
profesionales mostrar interés por generar conocimiento sobre la existencia y
reversión de la «ley de cuidados inversos» si, sencillamente, la ignoran?


Cuando se cumple la «ley de
cuidados inversos», las urgencias
hospitalarias son casi el único
contacto de los marginados con
el sistema sanitario..








Cuando ya no se puede participar en
el cambio político y social, cuando se
está con las manos enfangadas en la
consulta a rebosar, o sin dar abasto a
la visita a domicilio, ¿qué se puede
hacer para compensar el impacto de
las diferencias sociales en la salud?
Mucho, y a diario, constantemente.
Sólo necesitamos:
1) una cierta sensibilidad, una empatía
con el paciente que sufre y además se
explica mal y nos entiende peor (el tí-
pico paciente de clase baja),
2) el seguimiento del conocimiento
científico que producen otros acerca
de salud y clases sociales,
3) el trabajo con la población, para que
el trabajo clínico no copie el mal modelo científico-biológico que sólo se
interesa por las causas biológicas del
enfermar,
4) la aplicación de conocimientos, actitudes y habilidades según necesidad,
por más que nos sintamos identificados inconscientemente con los pacientes de nuestra clase social.
Por ejemplo, una vez que se ha demostrado que la mortalidad por infecciones, en España, es casi tres veces
más frecuente entre la población con
un menor nivel de educación (8), lo ló-
gico es que los clínicos tengamos un
sesgo «positivo» hacia el tratamiento
correcto de dichas enfermedades en los
pacientes de clase baja; es decir, en un
caso práctico, que consideremos un
riesgo añadido en la evolución de la
neumonía la pertenencia a dicha clase.
En otro ejemplo, puesto que son más
frecuentes las hospitalizaciones en general y las innecesarias y evitables a través de la intervención médica, en menores de un año, en Madrid, en pacientes de
clase social baja (9), sería prudente que
mejorásemos el acceso y el seguimiento
de, por ejemplo, los lactantes con cuadros de deshidratación moderada en familias  que pertenecen a esa clase.
Otro ejemplo, sin datos españoles: el
cumplimiento de «la ley de cuidados inversos» incluso en la duración del tiempo de la consulta. Los médicos dedicamos más tiempo a los pacientes más cultos, de clase social alta, en nuestras consultas. Al ser conscientes de ello se puede intentar, al menos al empezar la consulta de cada día, cuando menos «robot»
somos, dedicar más tiempo justamente a
los que más lo necesitan.
En otro ejemplo, las mujeres están discriminadas respecto a la vacunación antitetánica, no cabe duda, y así se explica que
en España el 60% de los casos declarados
se den en mujeres, y el 67% en mayores de
60 años (10). Vacunamos de más a los que
se dejan vacunar. En un trabajo internacional se demostró también esta negligencia contra las mujeres en España, de desigualdad socioeconómica (11).
La integración de los pacientes tiene
un gran impacto en su salud, como demuestran muchos estudios.

 ■ ■ ■ ■
Es una exigencia ética
y un deber científico
generar información
sobre el vivir y sufrir
de nuestros pacientes
no sólo según edad
o sexo, sino también
según clase social

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.