jueves, 1 de diciembre de 2011

El don de la atracción.

                                     Atraía las miradas de los hombres a su paso. Siempre fue de esa manera, al mirarla ya quedaban hechizados, no podían dejar de pensar en ella. Sus amigas, las pocas que tenía, procuraban alejarse cuando iban acompañadas, sabían que los hombres que estaban con ellas, dedicarían toda su atención a Carla. 
                               En su juventud sobrevivir fue su máxima, solitaria e introvertida, no podía acceder a grupos en donde hubieran chicos, en seguida se encontraba en  el más terrible de los aislamientos. 
                                 Según fue pasando el tiempo, Carla llegó a la conclusión de que ella era diferente. El parecido con su madre la ayudó en ese conocimiento. Las dos tenían en común ser  unas hechiceras.
                                  Así que al llegar a la edad adulta, su madre le dio las explicaciones pertinentes. Desde tiempo atrás, las mujeres de su familia tenían esa especie de don. Un don que las hacía atrayentes para los hombres y rechazadas por las mujeres. 
                                 Cuando llegó a los treinta años, edad casadera, las dos acudieron al bosque cercano. Para esta misión, fueron acompañadas por figuras desconocidas, hadas, gnomos y demás habitantes se reunieron para tan alta misión, encontrar al hombre adecuado.
                                       Como se solía hacer en estas ocasiones, después de un rito un tanto exótico en donde abundaron cantos y música, se le quitó a Carla el don de la atracción, a partir de ese día podía sentirse segura cuando se dirigiera a cualquier hombre, el hechizo había tocado a su fin.
                                          

                                    










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