
Cuando mayores, cada una tomó un rumbo diferente en sus vidas, yo me hice profesora de primaria y trabajo en la escuela de mi pueblo. Ella tenía aspiraciones de otro tipo, siempre fue buena estudiante, e hizo la carrera de derecho. Quería conocer mundo, viajar, salir de la pequeñez en que nos movíamos. Y lo hizo de una manera que a todos nos pareció normal, simplemente cuando acabó de estudiar, cogió los bártulos y se marchó.
La volví a ver diez años después, manteníamos un cierto contacto, por mail ó por teléfono. Aquella tarde en que volvió al pueblo de vacaciones, yo no cabía en mí, una increíble ilusión me tenía sobre ascuas.
Quedamos en la misma cafetería de siempre, a la misma hora en que solíamos vernos. Cinco minutos me bastaron para saber que se había vuelto irreconocible, prepotente y perfeccionista, ambiciosa, interesada.
No quise llorar ante ella, así que al poco rato y pretextando una excusa, me levanté y me fui.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.