
Era una ventana realmente preciosa. Los matices que le habían dado a la pintura, eran de unos pigmentos tan especiales, que conseguían que de alguna forma, cualquier persona que pasara por la zona, se admirará de la belleza e iluminación de aquel trozo de colorido. Me extasiaba en mi paseo diario, toda el trayecto era cautivador, pero siempre, al llegar a la ventana, me paraba, la miraba una y otra vez, asombrado como el pintor, sólo con una brocha y unos cuantos tonos, había conseguido deslumbrar a todos los paseantes.
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