lunes, 10 de enero de 2011

LE PASÓ A UNOS AMIGOS EN LA PLAYA.

                    Cuando los luminosos tonos del mediodía empezaron a desaparecer y el atardecer apuntó con su gran variedad de tornasolados colores, la gente que ocupaba la playa, como de común acuerdo, empezó la recogida de sus enseres, sombrillas, toallas, neveras y todo tipo de bártulos se metieron en bolsas y bolsos, niños y mayores empezaron a ponerse la ropa y en poco más de media hora, la playa quedó vacía. Entonces fue cuando Carla y Javier bajaron, esperaban con fruición, la hora de la tarde en que poder salir a pasear.  Les fascinaba ese momento, en que la playa era sólo para ellos, en que podían caminar por la orilla sin tropezarse con nadie y sin que nadie se tropezara con ellos.
                      Unas enormes rocas no les dejaban pasar, por lo que decidieron dar la vuelta a su alrededor. En esto, un gemido, los mantuvo alerta, se miraron preocupados y se dirigieron al lugar de donde parecía que se oía el ruido. Entre las piedras, una mujer, envuelta en multitud de sedas, se hallaba tumbada en la arena. Se acercaron con rapidez, por si necesitaba ayuda, la marea estaba subiendo, no querían que se mojara. Le preguntaron y ella los miró con unos increíbles ojos verdes, no parecía encontrarse mal. La ropa que llevaba, cedió un poco y observaron su torso desnudo. Como en la avenida había un centro de la Cruz Roja, se acercaron los dos mientras gritaban, la marea seguía subiendo, tenían que darse prisa. 
                            Los sanitarios bajaron al momento junto a ellos, pero la chica ya no estaba, la buscaron por todos sitios, al mirar al mar, sólo pudieron ver su hermosa cola plateada de sirena que se sumergía en las profundidades.
                  

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